La Biblioteca Estelar

miércoles, 2 de mayo de 2012

La Biblioteca Estelar

En una noche callada y fría, una estrella fugaz pintó el firmamento con su polvo estelar, los astros del firmamento, embelesados, corearon loas alegres rompiendo el silencio; su canto era alegre y profundo, el eco de sus notas rebotaron a través de los planetas, dando vida a esferas de cristal magistrales que pronto iluminaron la vía láctea con un mágico color dorado.

La vida se regodeo ante semejante espectáculo y poco a poco dio nacimiento a la existencia, dotando de sustancia a cada célula que en el espacio habitaba.  En un santiamén diversas voces acompañaban los cánticos de los astros y las esferas doradas, turgentes, incrementaban su tamaño irradiando cada vez más de luz el universo.  El tamaño y la luz se fusionaron en un espectáculo fino y sublime, los ojos del infinito se posarían en el evento, y celoso de la brevedad absoluta del momento, hizo explotar las esferas doradas, regando su materia sobre el todo.

Aquello marcaría el inicio de un ciclo universal, uno mediante el cual, el todo inundaría las partículas del éter y la vida estallaría sobre cada instante y oportunidad en la cual pudiera emanciparse.  El reinado de la existencia se abría paso en medio de una obscuridad relativa, manchada de rayos solares incandescentes, ávida de tatuar su estado en lo que se conoce, ufana de ser el centro en el que se refleja el espejo mismo de aquello que no tiene referencia.

Así, la realidad se aliaría con los sucesos y con lágrimas de agua pura, daría vida a la mente, una mente en plenitud de tiempo y espacio, capaz de soñar y de crear, así como de mirar por sí misma el espectáculo maravilloso de su propio ser.  La mente suprema toca con sus pies, la primera tierra, y el génesis de la humanidad se prendió como un fuego voraz que arrasó con la lontananza, pintándola con nuevos y brillantes colores.  El tiempo cobijando el desenlace, fue el mentor que dio a los seres y la naturaleza la sabiduría para hallar su camino, y entonces el destino, forjado de la miel agridulce, cabalgaría como una sombra plateada a un lado de la mente suprema, cuidando sus pasos.

Un día de nostalgia, muchos años después de los acontecimientos citados, la mente suprema tuvo paz y aprovechando la paciencia y la sapiencia se dio a la tarea de guardar en un rincón recóndito del universo, una hoja de árbol, dicha hoja sería la narradora solitaria de la historia no contada, aquella que dio vida a la existencia. Habiendo guardado la hoja en su escondite, la mente suprema se fue para continuar con sus días, esperando que algún día, alguien pudiera encontrarla, quizá ese sería el momento en el cual nuevamente los astros cantarían y las esferas iluminarían el firmamento.

En ese momento nacería la Biblioteca Estelar...



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