La Biblioteca Estelar

jueves, 31 de enero de 2013

Ojos Cerrados


Por César D. Armenta

Ojos cerrados, una pagina en blanco, tan cierto como la verdad que uno digiere, tan mentirosa como la ciencia que explica mis pasos.  La mente que se abre y los pensamientos salen pintados de millones de colores matizados, alegres y tristes, mágicos y tormentosos, sempiternos y recién nacidos como la primera vez que antecede a la última.

¿Quién soy? se pregunta. Valida pregunta, se contesta. Soy aquel que vuela en los circulos concentricos que llevan al fin del mundo, indica.  Eres el que se hace preguntas, dice el otro. Soy el que pregunta sin pedir respuestas, las palabras salen de mi boca y las respuestas entran en el vacío ajeno de mis oidos, desembucha el primero.  Eres, y sin embargo, ¿quién eres? indaga el que hace las preguntas.

(Pausa involuntaria)

Un trueno cae de las alturas, aquellos se despiertan:

Soy la libelula que vuela en círculos alrededor del retrete dice el borrego.

Muchas risas retumban en las paredes, se azotan contra la indulgencia del paciente.

Soy el árbol que tira hojas viejas al suelo, esperando retoñen en recuerdos, dice el barbón.

(Otra pausa involuntaria)

Las formas libres me desesperan, dice el güero.  Prefiero las formas antigüas, aquellas que aciertan en el blanco pero no lo dañan.

Qué prefieres las formas antigüas, qué va! dice el borrego.  Yo cierro los ojos y me revuelco en la simpleza de las insensateces mundanas.  Ja!

(Se oye una sonora ventosa)

Me han hablado? pregunta el barbón. Me habla el sentido, o la falta de éste? Creo que vine pero no me regresé, me perdí en la ida y al regreso terminé siendo yo el que salió despavorido por el sendero conocido.  

No has regresado dijo el güero, apenas sales, ayer decías que eras el mesías, hoy no eres más que un enojo reprimido, una lágrima suelta o peor aún, un olvido principiante.

Y tú sabes su nombre, el suyo y el mío, es tan personal como lo impersonal. Pero qué cosas digo!, dijo el borrego.

(la n pausa involuntaria)

Mejor le estrecho la mano al orden, le puse la blusa a la musa pero olvidé sentarla en la piedra angular de la baladí reflexión, dijo el barbón.

(un silencio obligado)

Callad, cierren los ojos!, dijo la manzana. En ojos cerrados no entra la realidad! 

Un recuerdo lindo, dijo el güero; estaba vivo antes, hoy estoy muerto, pero sigo vivo. Me confundo! pero creo que el humo no me ha borrado la cara.

Patrañas! dice el borrego, el juego comienza cuando las reglas se establecen, hoy estamos aquí, mañana no lo sé.  La distancia es el resultado de multiplicar cielo por universo entre la milesima parte proporcional de la conciencia.

Aplausos de pie! dice el barbón; a callar ahora que nos han silenciado.  Esperemos el momento en que nuestra participación se retome, calladitos, nuestro instante será aquel en el cual la brújula marque el norte y estemos en el sur.

Los vientos del sur soplan, ok? les he dicho que se callen, repitió la manzana.  En ojos cerrados no entra la realidad!

(Pausa final)

La página ya no está en blanco, los minutos siguen marchando, una boca se abre, una se cierra.  Los corazones son el reloj hinchado del alma. La mente descansa, la noche apasigüa el periplo.  Hoy sí, mañana también.