La Biblioteca Estelar

jueves, 14 de junio de 2012

El Cancionero Decemberista por El Borrego

Panfilo Hermenegildo Lavalle


Mi nombre es Panfilo Hermenegildo Lavalle, un astuto hombre que nació muy pronto o muy tarde según dice el tiempo, vi la luz a las 9 am, y medio morí a la media noche.  Algunos años han pasado y me sigo preguntando si en verdad no morí aquella media noche; de vez en vez, saco de mi morral mis papeles para verificar que mi nacimiento fue debidamente registrado. Quince años y sigo moviendo mis huesos, mirando mis parapetos, nuevamente moviendo mis huesos y aferrándome a mi viejo y molido abrigo que tomé de la fosa de aquella chica que murió conmigo aquella media noche. Menuda suerte! Quince largos años! Y sigo sin saberlo, pero me gusta pasear lento frente a estas catacumbas, maldiciendo el nombre de mi madre y de paso este apestoso destino que me aqueja!

Mi nombre es Panfilo Hermenegildo Lavalle, nadie me llora, mi cuerpo está guardado justo en el mismo lugar donde mi cabeza se junta con el corazón que se aferra a este viejo abrigo para protegerse del frío.  Bah! para qué me esfuerzo?!, sigo moviendo mis huesitos, mirando mis parapetos y al final del día, regresando a la misma cavilación que inició este relatillo.




El mosquito y la libélula


En los escalones de un viejo edificio blanco, vi momentáneamente, una fotografía casi imposible, no podías ser tú, un "flashazo" y boom! allí estabas.  Habían abusado horriblemente de ti, tan anónimo como sólo tú podías serlo. Recuerdo ese otoño, yo sobrevolaba la zona de jardines y me acerqué a ti, te di un besito y tú me pediste un favor, ¿cómo podía negarme? Te di mis planes de vuelo y hasta tips para encontrar lo mejor de lo mejor en lugares poco conocidos. Luego como por arte de magia, me gritaste, no me detendrán! no me detendrán ahora! no pueden detenerme ahora! escaparé de alguna forma!

Unas manos amenazantes hicieron que escuchara un grito estrangulado en tu zumbido. Tu lealtad era poca cosa para aquellos captores que intentaban silenciarte. Yo volé para distraerlos, pasé a su alrededor sobornandolos como burócratas en búsqueda de secretos propios de oficina. Lograste alejarte lo suficiente, y alcanzándote tocamos nuestras manos en medio de los barrotes, jurándonos: no te detendrán! no te detendrán ahora! no pueden detenerte ahora! lograrás escapar de alguna forma! Y tu zumbido se esfumó en medio del corro de gente.

Un universo de tiempo después, miré a través de los verdes jardines del parque y posado en un automóvil, tus brazos parecían saludarme rápidamente al ritmo del aire, despistando la cruel realidad.
















No hay comentarios:

Publicar un comentario